Thursday, December 08, 2005

El entierro de Don Alfonso.




Tras embutirse la señora Conchín en un traje negro, incrustar sus pies en un par de zapatos de tacón de aguja, ponerse alrededor del cuello una bufanda, y cubrirse con un chal todo, todo en negro, mientras ponía verde gratuitamente al señor Paco, abandonamos el calor protector de la vivienda, avanzando por las gélidas y húmedas calles de Massalfassar.
-Cógete de mi brazo bonita, que así tendrás menos frío, la iglesia solo está dos calles más abajo. -Al agarrarme al brazo de mi anfitriona lo sentí como una barra de mantequilla.
-Espero que entre las paredes del templo haga mejor temperatura.
-Eso sí, con tanto cirio, tanto calor corporal de 3ª edad y las estufas que nos ha colocado nuestro querido párroco Juan, los 18ºC no nos los quita ni Dios, y como muchas somos menopáusicas, con los calores habituales solemos ir ligeritas de ropa a recibir la ostia.
-¿Recibir la ostia? ¿Agresiones físicas en la iglesia?
-No hija, no, la ostia es un tentempié para comer entre horas que representa la carne de Jesucristo, Dios hecho hombre- ¡Menuda religión, que simula comerse a su Dios! ¡Serán caníbales!
-¿Y yo también tendré que tomar la ostia?
-Claro, porque en el momento que recibes la ostia eres objetivo de todas las miradas de los asistentes a la misa, es el acto más social de la ceremonia; a veces da rabia cuando se te queda pegada al paladar, pero se deshace en la boca.
-No se, no se...
-Ya verás como te encantará recibir ostias. ¡Huy! ¡Hija! Acelera el paso que por ahí vienen esas cinco esperpénticas de Juliana, Juanita, Jacinta, Justina, y Joaquina, mis ex-amigas feligresas..., las "5J", éramos amigas desde el colegio.- Fuimos avanzando con mayor rapidez hacia la puerta de la ya visible iglesia.
-¿Y que pasó? ¿Por qué ya no sois amigas?
-Ya te lo contaré en otro momento, es una larga historia. ¡Xian! cuidado con el escalón al entrar.-Entramos al templo religioso donde ya había una docena de personas congregadas.
-Conchín, ¿Por qué todo el mundo va vestido de negro?- Los presentes nos dirigieron sus miradas llenas de curiosidad.
-Es que hoy la misa está dedicada a un muerto recientísimo, y luego nos vamos de excursión al cementerio de entierro.
-¿Y por eso me dijiste que fuera vestida toda de negro? En China vamos de blanco a los entierros.
-¿De blanco? ¡Que cosas tenéis los chinos! El difunto en cuestión es..., bueno, era uno de los hombres más ricos del pueblo, su familia se llenó los bolsillos muchísimo gracias a que fueron políticos a ordenes del caudillo, él llegó a ser alcalde de Massalfassar en los últimos años del régimen franquista, por eso esta ceremonia va a ser tan sonada, todo el pueblo vendrá, así como mucha gente de fuera. Aún faltan dos horas para que empiece y esto ya se está llenando, pero es mejor venir pronto a coger sitio que quedarse de pie toda la misa, que es fatal para la circulación.- Desde un banco en la tercera fila de la parte derecha, Conchín pudo ver perfectamente, girándose, mirando hacia la puerta, como entraban sus cinco ex-amigas. Yo, sentada a su lado, intentaba que se tranquilizase, desviando su atención.
-¿Tu conocías al difunto?
-Si supieras cuanto..., se llamaba Alfonso, me desvirgó cuando yo solo tenía 17 primaveras, bueno, a mí y a mis cinco ex-amigas; él por aquél entonces tenía 30 años, y ya llevaba cinco proporcionándole una buena cornamenta a su difunta esposa, la pobre mujer murió el año pasado en plena operación de cirugía estética, su octava o novena liposucción creo, es que con 64 años el quirófano es un poco más peligroso.-En ese momento Juliana, Juanita, Jacinta, Justina, y Joaquina ocuparon el banco situado a la izquierda de donde estábamos la señora Conchín y yo. Mi interlocutora fue bajando el volumen con prudencia tras mantener una mirada llena de rabia a sus ex-amigas.
-Bueno, lo que te decía, Alfonso ha vivido 70 años, y cuando le veas a tapa descubierta en su ataúd creerás ver un arenque arrugado, pero he de decir que a sus 30 años estaba buenorro, y sabía trabajar muy bien en la cama. Después de tres años de encuentros sexuales con Alfonso, conocí a Paco, y me olvidé del que sería alcalde de este dichoso pueblo.- El par de horas pasaron volando escuchando los comentarios que mi anfitriona explicaba con demasiado detalle, desvelándome cada uno de los secretos del lecho conyugal compartido con Paco; desde erecciones precoces a gatillazos pasando por los momentos de rutina que hicieron desaparecer la atracción sexual entre los dos (aparte de por el pesar de los años).